LA
INCÓGNITA.
Tal y como quedamos a las 8,30 en
el Santuario de la Fuensantica, con una pequeña brisa que se iría
incrementando a lo largo de la mañana y un poco de fresquito, allí estábamos, nuevos compañeros y algunos que
habían estado perdidos algún tiempo.
Todos ansiábamos comenzar el
camino, pronto descubriríamos algunas sorpresas, inicialmente íbamos a recorrer el Barranco
del Sordo, subir hasta las minas del Cerrichar por la senda roja, Relojero y bajar por la Rambla, casi nada.
Empezamos por el Barranco del
Sordo, desde el Convento de las monjas, todo bien, el camino un poco más deteriorado y con algunos
desprendimientos, nos imaginamos por las lluvias. Volvimos a ver las construcciones en el fondo
del barranco para la recogida y distribución de las aguas, bueno, esto ya lo sabéis por anteriores
crónicas, el cielo estaba nublado aunque
algunas veces nos regalaba con algún rallito de sol, esto hacía contrastes de colores con la vegetación, mantos de musgo, los árboles, a veces
caminábamos por viejos canales construidos hace muchos años para la
distribución del agua, era el único
camino, pronto llegamos al puente que
hay entre el Eremitorio de la Luz
y la Fuensanta y ahí fue donde
cambiamos el rumbo, pero al mismo tiempo
se sumó un nuevo miembro, se llama Ginés y era de la zona y buen conocido de Manolo y mi hermano, nos desprendimos de la ropa que ya sobraba y
comenzamos juntos por el sendero, todico empinao, así para empezar, pronto descubrí que habíamos cogido la senda
amarilla, la que va hacia el
mirador que hay en ese cortado de
rocas, entre el Relojero y la Cresta del Gallo.
Cierto es que dependiendo del
momento del año, la misma ruta parece
distinta, los contrastes de los verdes o los amarillos y los ocres en cada
estación, te hacen sentir de distinta manera, descubriendo esos rinconcitos que
en la vez anterior no apreciamos, como
el rincón de las piteras que se encuentra en este camino, están allí, en una terraza y ya
no las vuelves a ver en todo el camino, todo verde y ellas surgiendo erguidas hacia el cielo. Sabéis que se le pueden dar muchas
aplicaciones. Seguíamos subiendo, por
todo el camino lleno de lirios silvestres, ya las piernas empezaban a pesar, había que
parar para recuperar el aliento, menos mal que tengo buenos compañeros que me
acompañan, otros aprovechan la excusa de mis paradas para respirar también.
Llevábamos algo más de la mitad
del camino y oímos que alguien más subía por la misma senda, como una exhalación nos pasó una chica
corriendo, nos dejó a todos boquiabiertos, pero es que detrás venían 4 chicas más, aunque un poco más lentas, nos
pasaron así, sin más, me hicieron sentir demasiado mayor, allí
tratando de recuperar el aliento y ellas como si nada, bendita juventud, al igual que algunos de mis compañeros que
como si de un paseíllo se tratara, tras
alguna paradita más llegamos al mirador y cruzamos la pista, íbamos a descender
a la otra vertiente, algunos un poco
desorientados en la zona, seguimos las
indicaciones de Pablo que era quién
dirigía la marcha y nos animaba por uno u otro sitio, al final pasamos por el mirador del Diablo, al frente las murallas de King Kong y bajamos
en dirección a la Rambla
de los Serrano, una vez abajo, tomamos
otra rambla muy estrecha y comenzamos el ascenso, pero ya algunos dijeron que era la hora del almuerzo, en la subida, al solecito y el viento que ya arreciaba, teníamos que sujetarnos, barranco a un lado, barranco al otro, metro y medio de anchura, como para no llevar
cuidado, alguna gorra se voló y un buen
samaritano volvió a bajar para recuperarla.
Pronto sacamos lo que llevábamos, unos fruta, otros bocatas y pronto
vino la sorpresa, había bizcocho de
LALI, que bueno estaba, suave,
delicioso con crema y manzana, es insuperable y cuando lo hace con grumitos de
chocolate, ni os lo cuento, tenéis que probarlo, nuestra Carmen no se quedaba atrás y también había llevado bizcocho, oye
riquísimo, dimos buena cuenta de
ellos, es más, cuando Manolo trató de
guardar lo que quedaba, algunos le increpamos que para que se lo iba a llevar y
nos lo terminamos, claro esto,
acompañado del café que nos trae Carmen y Paco y la mistela que llevé que estaba
de muerte.
Bueno imagínate con la barriga
llega y en pleno ascenso al calentar el solecito que nos daba de espalda, y más
ascenso, y otra paradita, y más ascenso, por ese sendero si se le puede llamar
así, pues apenas cabía el pié en algunos
tramos, terminamos en Las Navetas cerca
de la Cresta
del Gallo. Ya un poco más relajados empezamos el descenso, pero claro, buscando el mejor sendero, cruzamos la pista y empezamos el
descenso, el viento arreciaba y el
cielo se cerraba, presagio de lluvia, de
vez en cuando, veíamos toda Murcia, un giro y una gran espesura de
vegetación, cuando el camino se ensanchó,
creíamos que ya lo teníamos todo visto, otra vez Pablo, no tenemos que
ascender para ir por otro sitio, la verdad que el esfuerzo mereció la pena,
fuimos cruzando por umbrías llenas de vegetación, bonitas, ese olor a Romero, Tomillo, olor a madera y así llegamos otra vez a la Senda Amarilla y comenzamos el descenso, ese descenso que te
cargaba las rodillas, algunos como llevados
por el viento, otros aguantando en el terreno, la sonrisa en la cara, recordando
la mañana, pronto llegaríamos, se
avecinaba tormenta, pero como
siempre, el de arriba nos aprecia y no
comenzó hasta que estuvimos cerca de los coches, una vez dentro de ellos, comenzó
a arreciar el viento y comenzó la lluvia y una vez más la aventura terminó por ese día, pero habrán muchas más… y ahora con gafas nuevas podré ver lo mismo que tú o no,
Espero que sintierais parte de lo
que yo sentí, de lo contrario tendrás que repetirla o no estábamos en el mismo sitio. Me sentiré feliz si algo de lo que os he
contado te ha hecho recordar aquel día o aliviarte un poquito los
problemas de hoy.
Saludos,
Antonio Ros
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