LA
SUPERACIÓN
Como siempre a primera hora en el
lugar de partida, faltasteis algunos
por motivos de trabajo, otros por motivos de salud, pero os llevábamos en
nuestros pensamientos, este día, había bastante gente en la plaza de las Moreras en Torre Guil, eran otros grupos que iban ha hacer alguna ruta, es bueno ver que cada vez a más gente le
gusta la naturaleza y hacer deporte, no importa la edad.
Todos pensábamos que íbamos a
hacer una rutita normal, corta y que ya
conocíamos de otras veces, parece que
alguien tenía prisa y tenía que terminar pronto, que ingenuos.
Comenzamos nuestra andadura del
día sin saber la mayoría lo que nos esperaba, aunque después de hacer los 4 mojones y la senda del Caracol, pues lo
que nos echen, si si……………, bajamos
hasta la rambla a coger una de las PR que
nos llevaría hasta las Cuevas del Buitre, por lo que pensamos todos que sería suave, así que comenzamos el ascenso, de un tirón,
¿para que íbamos a calentar?, y todos
confiados, fuimos ascendiendo y a mitad de recorrido me pusieron el
primero, claro, era el más lento, como
siempre, charlando y con algún chiste
que otro, seguimos el camino, estábamos
llegando a la base de las Cuevas del Buitre, los guías del grupo, pasan un aviso, “al llegar al pino doble, el que
se divide en dos, girar a la derecha", buenoooo, ya cambiábamos la ruta, por donde nos llevarían esta vez, lo normal,
por donde no hay camino y tan buenos
compañeros -uno era mi hermano- que no
avisaron con tiempo y todos con pantalones cortos, y ahora os explico lo de los
pantalones cortos.
¿Por dónde echamos?, pues por lo más difícil, ya no había camino, nos dirigíamos hacia el suroeste
pero por poco tiempo, nos íbamos rozando
con todas las plantas, tomillos ya
secos, romeros y unas aún verdes y que
pinchaban de lo lindo, con pequeño fruto redondo, nos rozábamos con todo, bueno
todos sabéis que la distancia más corta para llegar a un sitio es una línea
recta, pues todo recto hasta la cima que
no veíamos, un roce por aquí, un
enganche por allá, hay que subir unas
rocas, bueno para que deciros, teníamos que ir agarrándonos con las manos
para poder continuar, te echan una mano
y subes, un
paso tras otro, teníamos que agarrarnos a lo que podíamos, una paradita, un respiro y una bocanada de
aire fresco, la suerte es que íbamos por
la sombra aún, no sabemos que planta
pero había un olor agradable en el monte, alguna planta que desconocemos desprendía un olor que nos hacía parar de
vez en cuando, respirabas y te sentías a gusto (No era María), las piernas ya
se dejaban sentir, era como una escalera interminable, otra ayudita, otra escalada entre las rocas y
por fin llegamos a otra zona con menos
vegetación y más llana, seguimos
caminando y llegamos a un mojón grande, no era igual a los que habíamos visto con anterioridad, era bastante
grande, no puedo deciros el nombre, no
ponía nada, habíamos hecho cumbre o eso
pensábamos, tras las fotos de rigor
realizadas por nuestro nuevo reportero
gráfico Sr. Paco, continuamos el camino, ahora de bajada por la
vertiente Sur.
Nos íbamos superando, habíamos
hecho el trayecto en poco tiempo, tenemos que continuar, otra subida esta vez con menos pendiente, otro
roce, otro arañazo, otro restregón, parecía interminable, no había camino, creo que es por aquí, decía uno, no, es por allá, decía otro, pues
por el centro que tomábamos, la vegetación silvestre, los pinos, las formas que
tomaban, era una zona virgen, por lo que nos costaba avanzar, durante un buen rato mientras ascendíamos,
solo podíamos ver donde poníamos los pies, ahora contemplábamos las vistas, el valle de Murcia a nuestros píes, allá a lo lejos Sierra Espuña, era un día tan claro y con tal resonancia, que oíamos el croar de las ranas de los
pantanos de riego que veíamos a lo lejos, todos sabemos que no son montañas altas -600 y pico metros- pero esa sensación placentera cuando
mirábamos a lo lejos, esa sensación del esfuerzo realizado, la superación, nuestra recompensa.
A pesar de las fatigas y los
dolores en las rodillas, tenemos que
seguir, por un momento casi no hablábamos, solo alguna queja cuando nos
volvíamos a arañar las piernas, una
mirada al compañero que llevas en ese momento, una sonrisa en la cara, ¿quién ha dicho que íbamos cansados?, hay que superarse cada día un poquito más,
que sería de nuestra vida si nos conformáramos, que sentido tendría, pues eso,
otro paso para adelante, otra mano tendida, otro que la coge y así vamos haciendo el camino.
De pronto nos indican los
guías, veis aquella antena, pues allí vamos, ya no era tanta la subida pues casi íbamos
cresteando aunque no veíamos la vertiente Sur, cuando llegamos a la antena, descubrí un paisaje maravilloso, abajo hacia el Oeste, un gran caserío, a lo lejos la Sierra de Carrascoy, enfrente una gran extensión de terreno de
labranza que debería de estar recién labrada, ya que no había vegetación
alguna, solo la tierra blanca y a continuación un bosque de pinos y un gran
peñón de piedra con una de sus caras en
vertical, todos nos quedamos mirando y preguntándonos
como se llegaría allí, menuda pregunta,
pues andando, aunque estaba lejos, ya no
lo veíamos como algo inalcanzable, a
todos los que íbamos nos gustaría ir, bueno otra vez con las prisas y lo mismo de siempre, junto a la caseta de la antena, bolsas de
basura y cosas por los suelos, aún no
nos merecemos el planeta que pisamos, hay mucha gente a la que le da
igual, menos mal que nosotros lo que
subimos lo bajamos y así enseñamos también a nuestros hijos, espero que cada
vez seamos más los que respetamos el medio ambiente, pues dependemos de él.
Otra vez las fotos de rigor, las
prisas y otra vez la preguntita, ¿veis
aquella antena que se ve a lo lejos?, pues vamos para allá y eso hicimos, ya íbamos por la vertiente Sur, por lo
que íbamos por zonas más soleadas y mira
esos pinos y esas rocas, así casi sin darnos cuenta, llegamos a la
segunda antena, esta vez por la pista forestal, por lo menos ya no nos arañábamos las
piernas, ni la cara, ni el cuerpo, era
hora de reponer fuerzas, ¿cuándo
almorzamos?, así que no
se nos ocurrió otro sitio que decir vámonos al Pico del Águila, así como no habíamos hecho subidas ni habíamos andado
aún esa mañana, decidimos encaminarnos hacía el nuevo destino, ya se notaba el cansancio, las cuestas ya las subíamos más
despacio, la respiración ya costaba
trabajo, pero seguíamos, nos tropezamos algunos ciclistas, ya estábamos en zona normal, venga otra subida, los
amigos que te esperan, un traguito de agua un respiro y continuamos el
ascenso, otra zona de sombra y una tenue
brisa, el cambio de color de la tierra,
morada, blanca, rojiza, cada rincón tiene su belleza si la sabes apreciar, si te
gusta la naturaleza.
Este sábado parece que no hay
distancias largas, aunque cuando
divisamos el punto de llegada allá a lo lejos, en cuanto nos ponemos en marcha,
con vuestra compañía, charlas, algunas burlonas, comentarios, sonrisas, todo lo
que dan los amigos, parece como si corriéramos
en el tiempo y llegáramos corriendo a cada uno de los puntos que nos
indicaban, ninguno nos percatábamos del
reloj, íbamos a gusto, la última cumbre, el pico más alto, El Pico del Águila, pronto estábamos en su cima y por fin pudimos
almorzar, nuestra queridísima Carmen, cuyo cumpleaños fue el pasado día
7, había preparado una suculenta tortilla de ajos tiernos, duró menos que
un caramelo en la puerta de un colegio, pero no digamos nada de la longaniza sequita que llevaba y la salchicha,
qué me decís, a que estaban buenas, una
cervecita, un vasito de café, estábamos
a la sombra y divisando toda Murcia, se
puede pedir más.
Ya era tarde y teníamos que
emprender el regreso, como siempre casi
en silencio, recordando en nuestra memoria los momentos pasados, el dolor, la alegría de haberte superado otro
día más, vuestra compañía siempre grata, volvíamos otra vez a la rutina, aunque hoy pretendíamos dar una sorpresa a
una buena amiga, nuestra CARMEN, lo habíamos preparado para
sorprenderla a la llegada a los coches y creo que lo hicimos, esperamos que te gustara MUCHAS FELICIDADES y que puedas cumplir muchos más, a
mí me gustaría verlo.
Como siempre, al encontrarnos en
el sitio de partida, nos miramos, no se
como me las arreglo, pero todos me
decían, Ros ¿por dónde te has metido? yo como siempre, pues detrás vuestro, pero si vas todo arañado, las piernas, los
brazos, la cabeza -en la calva-, la ropa toda rozada y así, todavía no se han enterado de que yo voy por sitios distintos y que mis ojos ven cosas distintas, como puedo verte a ti
que me estás leyendo y la aventura terminó por ese día, pero habrán muchas más…
Espero que sintierais parte de lo
que yo sentí, de lo contrario tendrás que repetirla o no estábamos en el mismo sitio. Me sentiré feliz si algo de lo que os he
contado te ha hecho recordar aquel día o aliviarte un poquito los problemas
de hoy.
Saludos,
Antonio Ros
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